sábado, 6 de octubre de 2007

Birmania (Myanmar): Budismo vs Ejercito

Aung San Suu Kyi
En arresto domiciliario
MADRID. Su nombre completo es Daw Aung San Suu Kyi, larga denominación para una mujer menuda (1,62 metros de altura) y de aspecto frágil (45 kilos de peso). Magra figura que no delata el carácter comprometido de su poseedora y sus fuertes convicciones políticas y morales.
Su rostro, enjuto, siempre sonriente, a menudo enmarcado por un ramillete de flores preferentemente amarillas (el color del budismo) no refleja ni de lejos que el pasado 19 de junio cumplió 62 años. Muchos de ellos los ha pasado detenida en la cárcel o en su casa por el delito de ser demócrata, oponerse a la dictadura militar y haber ganado unas elecciones limpias. La primera vez fue en julio de 1989 y estuvo encarcelada hasta 1995. La segunda desde 2000 hasta 2002. Hoy se encuentra en arresto domiciliario desde el año 2003.
Daw (apelativo de respeto que reciben en Birmania las mujeres casadas) Aung San Suu Kyi ha aparecido por útima vez el sábado pasado tras la verja de su casa de Rangún (54 University Avenue, Bahan 11201) saludando a los monjes que empezaban una protesta pacífica en la antigua capital del país. En esa ocasión, como en tantas otras, lucía un «longhi», el vestido tradicional unisex, una especie de pareo que las mujeres se anudan a un costado.
Pese a su amable apariencia, la junta militar la teme más que al diablo. Su sóla presencia congrega a millones de birmanos que en 1990 votaron masivamente (82 por ciento de los votos) su candidatura a la Presidencia. Pese a todo, fue de nuevo encerrada.
Hija del mártir nacionalista Aung San, viuda de un profesor de la Universidad de Oxford, y premio Nóbel de la Paz en 1991, recibió una formación occidental y budista (que lo cortés no quita lo valiente) y hoy por hoy representa la única salida posible a la crisis birmana.
En este vínculo se puede consultar una cronología que clarifique la situación de Birmania. Birmanie : une dictature militaire depuis 1962








Inquietante
ROSA MONTERO 09/10/2007

La heroica determinación de los monjes y del pueblo birmano han hecho que el olvidado conflicto de Birmania (Myanmar) alcanzara la primera plana de los periódicos. La Junta Militar lleva aplastando el país desde 1962, masacrando y violando todos los derechos civiles sin que el mundo se interesara demasiado. Aparte de la existencia de Suu Kyi, la Nobel de la Paz en perpetuo arresto, la gente apenas sabía nada de Birmania antes de las actuales movilizaciones. Yo tampoco supe gran cosa hasta 1999, cuando los estupendos Reporteros sin Fronteras me ofrecieron amadrinar a la periodista y novelista birmana San San Nweh, condenada a 10 años de cárcel por aparecer de espaldas en un reportaje de la televisión francesa. Cumplió siete en la prisión de Insein, un lugar siniestro, famoso como centro de torturas. En Insein quizá estén ahora algunas de las 2.700 personas que han sido detenidas en los pasados días (fuentes no oficiales elevan esta cifra a 6.000), y tengan por seguro que muchas de ellas están siendo torturadas, tal vez en este mismo instante. El régimen sigue empeñado en destruir a los disidentes y organiza mítines de apoyo de asistencia forzosa: al parecer cada familia debe de mandar al menos dos miembros. Se diría, pues, que la Junta hace caso omiso del griterío internacional. Pero es evidente que ese griterío y la oposición diplomática de los demás países es un arma esencial en la lucha contra la barbarie. El problema, lo que me preocupa, es no saber por qué en determinados momentos esa entelequia llamada comunidad internacional se digna a mirar a un país y a condenar sus excesos, mientras que en otras épocas ni ve ni sabe ni oye. ¿Por qué ahora sí que nos escandaliza Birmania y antes no? ¿Por el exotismo y la plasticidad de las largas filas de budistas azafranados, que quedan tan bien en las fotografías? Hace unos días leí que Karzai, el presidente de Afganistán, ha ofrecido a los talibanes entrar en el Gobierno. Son los mismos talibanes enloquecidos y brutales que mantienen a las mujeres en unas condiciones infrahumanas. Que les prohíben ir al colegio y salir solas a la calle. Hace años los talibanes llenaron las primeras páginas, con razón, e incluso hubo una guerra. Pero ahora parece que ya no toca hablar de ellos. Qué inquietante.

Myanmar: libertad inmediata para los miles de manifestantes pacíficos detenidos
Las protestas masivas de las últimas semanas en Myanmar están siendo aplastadas mediante una combinación de fuerte presencia militar en las calles, graves violaciones de derechos humanos y detenciones masivas. En todas las esquinas de las calles de Yangon –principal centro de las protestas– son visibles un elevado número de soldados, y el miedo es generalizado.
Según informes, ya han muerto decenas de personas durante la represión, aunque se teme que las cifras pueden ser muy superiores. Asimismo se ha golpeado a monjes budistas y se ha detenido a miles de manifestantes pacíficos. Estas nuevas violaciones se suman a la supresión de los derechos humanos endémica en el país.
Es necesario que condenemos enérgicamente las graves violaciones que se están cometiendo y que exijamos el cese inmediato de la represión violenta de las manifestaciones pacíficas. ¡Actúa!



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